Tres Leyendas Trágicas y Misteriosas de Valladolid

Se aproxima la Noche de Los Muertos, Halloween, o cómo siempre la hemos llamado en estas tierras, el Día de Todos los Santos… Sea cómo fuere, es una fecha que nos sugiere magia y terror a partes iguales, y en la que contar historias de fantasmas, asesinatos y tragedias se ha convertido en habitual.

¿Quieres descubrir algunas de las «Negras Leyendas» que se cuentan en Valladolid?

Aquí os desvelamos tres de ellas… Y muchas más que conocemos, puedes descubrirlas en las visitas guiadas de Welcome Castilla y León o en lo que os vamos contando a través de Facebook de Welcome Castilla y León

El Sillón del Diablo

Valladolid es una bella ciudad pero algunos de sus rincones esconden misteriosas historias, y terribles… Cómo la que dice que siendo entorno al año 1550,  un joven portugués, Andrés de Proaza, estudiante de Medicina en la primera cátedra de Anatomía Humana que existió en la Universidad de Valladolid, hizó los escalofriantes hechos que os vamos a contar…

Desapareció en la Villa de Valladolid en esos días un niño de 9 años, y coincidiendo con esto los vecinos de la Calle Esgueva, comienzan a escuchar llantos gemidos y lamentos procedentes del sótano de una casa de esa vecindad, y salía agua teñida de rojo a desaguar al cauce de la Esgueva… En esa casa habitaba dicho estudiante portugués, a la que acudieron las autoridades alertadas por los vecinos, y lo que encontraron fué tan espeluznante que aquí no lo relataremos, pero ese pobre niño desaparecido había servido de estudio anatómico al sádico aspirante a galeno.

Al ser detenido, confesó un Pacto con el Diablo, que se comunicaba con él a través de una silla que tenía en su despacho, allí sentado le daba esas terribles ideas y le transmitía conocimientos de nigromancia.

Registrada la casa apareció esa silla, de madera de nogal, respaldo y asiento de cuero color marrón.

Andrés de Proaza murió en la hoguera y sus bienes puestos a subasta, pero nadie los quiso y la Universidad se los quedó incluida la silla,  la que según versiones, llevó a uno de los conserjes que se sentaron en ella a la muerte y luego fue colocada en el techo boca abajo para que nadie más se sentara en ella, y otros no dan tan luctuoso hecho y afirman que desde el primer momento fue expuesta boca abajo desde el techo de la Universidad y allí estuvo hasta que pasó a formar parte de la colección que se expone en nuestro Museo Arqueológico –  Museo de Valladolid

La leyenda también relata que aquel que se sienta en la silla, puede encontrarse con dos opciones, o bien muere a los dos o tres días o tal vez adquiere todo el conocimiento del mundo. ¿Te arriesgarías?

El Puente Mayor y el Diablo 

Nuevamente tenemos al demonio cómo protagonista de una truculenta historia…

En esta ocasión, según cuenta esta leyenda,  que tiene cómo protagonistas a dos jóvenes que pugnaban por el amor de una mujer… Un joven del linaje de los Tovar y otro del linaje de los Reoyo, rivales entre sí, y ambos enamorados de una muchacha llamada Flor, que vivía al otro lado del río Pisuerga.

Un día ambos que se dirigían a visitar a Flor, se encuentran a mitad de camino y comienzan una lucha con sus espadas, y el Tovar hiere de muerte a Reoyo, y el asesino decide huir al otro lado del río en una embarcación, cuando comienza una terrible tormenta que daña la barca y casi le hace caer al curso del río, así que se encomienda al demonio para que le ayude a salir de esa situación, y este se aparece desde el fondo del agua y tiende un puente sobre el cauce del Pisuerga para que el joven Tovar llegara a la otra orilla, al encuentro con su amada… Pero esta ha muerto, sólo queda su cuerpo convertido en cenizas… Y es que los pactos con el diablo nunca son una buena idea.

Puente Mayor de Valladolid_Foto de Wikipedia

Leyenda del Campo Grande de Valladolid y José Zorrilla

Otro de los protagonistas de nuestras leyendas no podía ser otro que uno de nuestros grandes poetas y dramaturgos, D. José Zorrilla, pero esta vez no hablaremos del Fantasma que esconde su casa, sino de otra historia amorosa de trágico final.

Nuestro jardín del Campo Grande, en otros tiempos conocido como «Campo de la Verdad» o «Campo de Marte» es uno de los rincones más emblemáticos de la ciudad de Valladolid, un jardín de inspiración romántica de finales del Siglo XIX.

Cómo romántico era uno de los vallisoletanos más ilustres de todos los tiempos, D. José Zorrilla, que en sus Leyendas «Recuerdos de Valladolid» nos cuenta…

Corría el siglo XVI (o quizás el XVII). Ana Bustos de Mendoza y Tello Arcos de Aponte iban a casarse al día siguiente y, cuando aquella tarde el novio abandonó la casa de su prometida, despidiéndose de ella por unas horas, se encontró en la calle con Juan de Vargas, un pretendiente de su futura esposa a quien, al parecer, ésta le había prometido esperar durante un año sin que dicho plazo hubiese aún expirado. Tello y Juan se reconocieron y, tras la consabida disputa, se retaron en duelo en el Campo Grande aquella misma noche. En pleno lance, Tello Arcos se dio cuenta de que Juan de Vargas no era un rival fácil y le engañó para que volviese la vista hacia otro lado y aprovechar su desventaja para clavarle entonces su espada. Allí acabó sus días el infeliz Juan de Vargas.

Un tiempo después, un fraile capuchino asomándose a una ventana, vio cómo un caballero perseguía a otro espada en mano a través del Campo Grande, hasta que lo alcanzó y le dió muerte. Un hidalgo que por allí pasaba se acercó a auxiliar al herido de muerte y en ese mismo instante aparecieron los servidores de la Justicia y apresaron a éste último al considerar que había sido él quien había dado muerte al hidalgo.

El hombre acusado y detenido no era otro que Tello Arcos de Aponte quien, durante el juicio, se declaró inocente de la muerte de aquel hombre, pero culpable de la de otro caballero al que había asesinado tiempo atrás.

Mientras tanto, el fraile capuchino que había visto el último asesinato, comenzó a meditar sobre la injusticia que se estaba cometiendo con Tello Arcos y tanto se obsesionó con el asunto que comenzó a repetir sin cesar durante sus largos paseos a orillas del Pisuerga: «No hay Dios donde no hay justicia». Una de aquellas veces, mientras repetía su letanía, vio acercarse flotando en el agua hasta la orilla del río una balsa con el cadáver del mismísimo Tello Arcos. Cuando lo tuvo a su vera, el fraile vio que, bajo el cuerpo de Tello Arcos yacía un segundo cuerpo para él desconocido: era el de Juan de Vargas. Entonces, Tello Arcos se incorporó y explicó al capuchino cómo tiempo atrás había matado a traición a Juan de Vargas:

«En duelo injusto los dos, traición le asesiné; no preguntéis el porqué de la justicia de Dios».

Y tras estas palabras, la leyenda contada por José Zorrilla en su obra acaba narando cómo los dos cadáveres se alejaron flotando por el río Pisuerga.

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